"[...]
A mí lo que me gusta imaginar es que un día nos encontramos en una ciudad cualquiera, en una ciudad en la que no vivimos. Tendría que ser una ciudad del extranjero donde no existiera ni una sola posibilidad de encontrarte, donde no te esperara ni tú me esperaras a mí, aunque ya sé que esto último tendría más lógica porque hace bastante tiempo que tú no me esperas...
[…]
Estábamos en una ciudad donde encontrarnos.
Tendría que hacer frío. París valdría, por ejemplo. Sí, París estaría bien.
[...]
-¡Hola!
-¡Coño! ¿Qué haces tú aquí?... ¡Hola! -Me das un abrazo.
No, no, espera, no puede ser tan sencillo, no puede ser que nos encontremos de golpe en una ciudad inesperada y sólo se me ocurra decir «¡Hola!». No, no, no. Además, tú nunca dirías «¡Coño!», ese taco no lo usas. Voy a centrarme. Primero voy a situarme. En realidad, me gustaría mucho más que nos encontráramos en Nueva York. Sí, ¿por qué no? Nueva York es mucho mejor y, además, hemos estado allí juntos. Sería mucho más de puta madre la historia si nos encontrásemos en una ciudad en la que hemos estado juntos, porque quizá los dos pensaríamos que encontrarnos allí no es precisamente una casualidad.
En Nueva York podríamos coincidir en los alrededores de Central Park. Es domingo, yo estoy allí por algo profesional, igual que tú, pero como es nuestro día libre no tenemos nada que hacer. Ahora tengo que buscar bien mi excusa de trabajo, porque es fácil que tú estés allí con algún proyecto del estudio de arquitectura, pero ¿yo? ¿Qué diablos hago yo en Nueva York? Bueno, no importa, ya lo pensaré. Ahora voy a centrarme en el encuentro. Entro en un deli a comprar un café y algo de desayunar y, cuando estoy saliendo con la bolsa de papel marrón, nos encontramos:
-¡Anda! Pero bueno... Pero ¿qué haces tú aquí?
Nos damos un beso y un abrazo. El abrazo es largo. Estamos un ratito así, abrazándonos con los cuerpos muy juntos, tú tan delgado y yo tan pequeña, tú abarcándome con los brazos por la espalda y escondiendo la cara en mi cuello. Yo te huelo. Hueles como siempre. Hueles como siempre. Hueles como siempre. Basta.
Se nota claramente que estoy imaginando… Pero bueno, joder, la imaginación es libre, puedo pensar lo que quiera, como si quiero pensar que en ese preciso momento sueltas la bolsa de papel llena de cruasanes, te pones de rodillas, me dices que soy el amor de tu vida y somos felices y comemos perdices. Si quisiera podría imaginarlo, pero, ¡joder!"
Mara Torres