" Mi queridísima dama, estoy en la ventana de una casa preciosa,
contemplando un bello paisaje por el que se entrevee el mar.
La mañana es espléndida,
no se lo ágil que sería mi espíritu,
el placer que me daría vivir aquí si tu recuerdo no pesara tanto sobre mi.
Pregúntate amor mío,
si el haberme aprisionado no ha sido crueldad por tu parte,
porque has destruido mi libertad.
Sinceramente, no soy capaz de expresar mi devoción por una criatura tan bella.
Necesito una palabra más radiante que radiante,
una palabra más bella que bella.
Casi deseo que fuésemos mariposas y viviéramos sólo tres días de verano.
Tres días así contigo los llenaría de más placer que el que cabe en cincuenta años.
¿Vas a confesarte en tu carta?
Escríbeme enseguida,
y haz lo que puedas por consolarme.
Que sea tu carta como una infusión de adormidera que me embriague.
Escribe dulces palabras, y bésalas,
para que mis labios rocen el lugar donde se posaron los tuyos."
John Keats.
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